En sus piruetas en el aire, este valiente suizo rozó los 300 kilómetros hora (la velocidad fue medida por un avión que iba detrás a cierta distancia), ante el júbilo y algarabía del público que poblaba la cima del monte, en medio del cual, su propia madre que entusiasmada afirmó: "sabe lo que hace". Con todo, este vuelo se queda en nada ante su siguiente reto: cruzar el canal de La Mancha que separa el Reino Unido del continente europeo. Casi nada.